Exposición Flores por Los Cinco, Las Tunas, Cuba (Foto: Angel Luis Batista). |
Cada día cobra más fuerza en el mundo la Jornada de Solidaridad
con Los Cinco, cuyo
propósito es conseguir la liberación de Gerardo
Hernández, Ramón
Labañino y Antonio
Guerrero, tres de los patriotas cubanos que aún permanecen presos en
cárceles de Estados Unidos, tras más de 16 años de injusto e inhumano encierro
por combatir el terrorismo.
Acorde con tan humanitario objetivo, y como ya es
tradicional, los integrantes de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) en Las
Tunas se reunieron en la Casa de la Prensa de esta ciudad,
capital de la provincia de
igual nombre, 690 kilómetros al este de La Habana, para
coordinar acciones encaminadas a informar al mundo la verdad sobre el brutal
crimen que comete el gobierno
estadounidense con esos valientes luchadores y sus familiares.
En el encuentro se inauguró la exposición Flores por Los
Cinco en 2014, una muestra que recoge 11 obras del pintor Marcial Flores
González, cuya labor artística a favor de esa justa causa es altamente valorada
por el propio Gerardo Hernández y personalidades de diversas partes del mundo, además
de ser conocida, incluso, por el Presidente Barack Obama,
a quien le han llegado varios de los dibujos del solidario autor.
Los trabajadores de la prensa en este oriental territorio
examinaron nuevamente y al detalle el amañado proceso seguido contra Los Cinco,
desde su detención en Miami el 12 de septiembre de 1998 hasta el presente.
De esa manera, otra vez constataron las numerosas arbitrariedades
cometidas por el Buró Federal de Investigaciones (FBI), la Fiscalía y la
Administración de aquel país, en contubernio con la mafia cubanoamericana del
sur de la Florida, movidos todos por el ánimo de venganza política frente a la entereza
y el prestigio mundial de la Revolución
cubana.
Durante el análisis, los periodistas tuneros condenaron una
serie de acciones que demuestran la pérfida manipulación de la verdad y la flagrante
violación de las leyes norteamericanas e internacionales, como es el hecho de
detener a Gerardo, Ramón, Antonio, René
González y Fernando
González un sábado en la madrugada, para poder interrogarlos e
intimidarlos durante más de 48 horas antes de presentarlos a los órganos de justicia,
que habitualmente allí recesan sus actividades desde el viernes hasta el lunes .
Basados en informaciones de la propia prensa estadounidense
(consulte al respecto, si prefiere, The Miami Herald, El Nuevo Herald y otros
medios), los trabajadores de la radio, la televisión, el periodismo digital e impreso
y demás órganos de comunicación masiva en Las Tunas participantes en el
coloquio conocieron que el proceso le ha costado más de 60 millones de dólares al
contribuyente norteamericano.
Quizás esa cifra no incluya las sumas pagadas a los periodistas
Pablo Alfonso, Wilfredo Cancio, Olga Connor y otros vendibles reporteros. Ellos
fueron comprados con el fin de que crearan un hostil ambiente contra los
patriotas cubanos, tanto entre los integrantes del jurado como en la comunidad
miamense.
Tal acto es prohibido por las leyes de aquella nación, y fue
muy repudiado allí al conocerse la verdad, pero finalmente tuvo una enorme
influencia a la hora de dictar las desproporcionadas y brutales condenas, sin
pruebas para calificar y sancionar los delitos imputados a los detenidos.
El mundo debe saber que, por ejemplo, Zacarías Mozawi,
ciudadano de origen marroquí, nacido en Francia, único sobreviviente del
comando que derribó las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2011, tuvo a su
disposición todos los documentos para preparar su defensa, incluso datos de archivos
considerados de muy sensibles para la seguridad nacional de los Estados Unidos.
Sépase, igualmente, que el norteamericano John Walter Lindh fue
capturado en Afganistán al comenzar la agresión estadounidense, en 2001, y
aunque vestía el uniforme de los talibanes, estaba armado y combatía contra las
tropas de su país de origen, recibió una condena de solo 20 años de cárcel, reducible
acorde con su comportamiento.
Si de espionaje se trata, hay múltiples ejemplos de agentes
extranjeros, e incluso norteamericanos, que han sido sancionados en Estados
Unidos a leves condenas o eximidos de ir a juicio, aun habiéndoseles probado su
culpabilidad en graves delitos.
Busque usted las historias, si así lo quisiera, de Katrina Leung, Edwins Pitts, o los agentes
rusos detenidos en 2010 en Nueva York, New Jersey y Massachusetts, los cuales
fueron deportados sin siquiera enjuiciarlos.
A diferencia de
esos tratamientos, asumidos a tono con las leyes o los intereses políticos de Washington,
Los Cinco han pagado como nadie su supuesta
culpabilidad, por la digna, altruista y valiente decisión de penetrar las
organizaciones terroristas radicadas en Miami y neutralizar su criminal ataque
contra el pueblo cubano y el estadounidense.
Gerardo
Hernández, por ejemplo, principal víctima de tal ensañamiento, fue condenado a
dos cadenas perpetuas más 15 años de cruel encierro carcelario.
Y el mundo
también debe saber que este hombre, además de un valeroso luchador
antiterrorista, es un ser humano que ha sido privado de los más elementales
derechos, incluido el de recibir visitas de su esposa Adriana Pérez, cubana
residente en La Habana, con la cual no ha podido tener hijos, y el de asistir a
los funerales de su madre, Carmen Nordelo, quien perdió su salud mental y finalmente
murió, entre otras causas, por el crimen cometido contra él.
Ramón Labañino,
hombre fuerte y corpulento, ha adquirido durante los 16 años de encierro una
enfermedad degenerativa que le afecta sobre todo las rodillas, le está disminuyendo
su estatura; sin embargo, no recibe tratamiento médico. Y todo esto en el país
que tiene la desfachatez de autoproclamarse líder mundial de los derechos
humanos.
Usted, no se deje
engañar. Investigue, razone y piense por sí mismo; y recuerde que hay tres
hombres, sus familiares y todo un pueblo víctimas del terrorismo de estado patrocinado
por la Casa Blanca. Como persona de bien, no se haga cómplice de tan brutal
injusticia: dígale al Presidente Obama
que Los Cinco deben regresar junto a los suyos de
inmediato.
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