domingo, 15 de febrero de 2015

El Canela, un amigo del alma, un amigo de siempre



  • A propósito del quinto aniversario del devastador terremoto que azotó a Chile en 2010 y de la vigésima cuarta edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana.

-”Mi país está hecho trizas. Allá todo quedó patas arriba”.

Así dijo el hombre cuando llegó renqueando a la puerta de mi casa, alterada la respiración y abundosos los sudores. Eran las 10:15 de la mañana del 27 de febrero de 2010.

Según él, se levantó muy temprano, como era su costumbre, y decidió sacar el cuerpo al tibio sol de la mañana. Saludó a la dueña de la casa donde se alojaba:
Buenos días tenga usted, señora. Buenos días, señor; pero, oiga… las noticias que le tengo, sí que no son nada buenas…

Y fue así como Nelson Álvarez Riquelme, El Canela, tuvo las primicias acerca de que su Chile del alma se le había roto en pedazos, a causa de un sismo que emergió por Concepción, donde residen él y sus familiares más cercanos, de quienes se había separado una semana antes para asistir a la Feria Internacional del Libro de La Habana, evento detrás del cual siguió hasta Las Tunas, a unos 700 kilómetros al este de la capital cubana.


Nos habíamos conocido el día anterior por intermedio de nuestro común amigo Roberto Pérez Argüelles, tunero residente en Chile, quien en esos momentos disfrutaba de vacaciones aquí.

Al cumplirse este mes el quinto aniversario de aquel desastroso sismo, y luego de inaugurarse en La Habana la vigésima cuarta edición de la famosa feria del libro y la literatura, El Canela no se me quita de la mente.

Recuerdo que en aquella ocasión me contó que, tras recibir la noticia de la tragedia, hecho una lástima, se fue al Hotel Cadillac, ubicado en el centro de esta ciudad, para ver en la televisión las huellas del desastre y encontrarse en la pantalla, tal vez, algún rostro conocido. Pero… ¡nada!

Sin lágrimas, y con increíble entereza, a partir de entonces el chileno regresó a mi casa día a día para buscar en Internet indicios sobre sus familiares. A las 112 horas exactas de haber ocurrido el sismo, Víctor, un sobrino suyo, le comunicó, en un mensaje de correo electrónico, que la Dominga (mujer de El Canela), su único hijo, su padre y los restantes parientes, se hallaban a salvo.

Entonces sí el hombre lloró a lágrima viva, y se abrazó conmovido a mí y a Ana, mi esposa, disculpándose por esa “debilidad”, como si el llanto no lo hiciera aún más viril y humano.

El Canela
Pero disculpe, amigo, pues todavía no le he presentado a este señor, que lleva la frente alta como los Andes, porque se siente orgulloso de su origen mapuche, y de ser chileno, latinoamericano y cubano. ¡Cuidado con discutirle su plural sentido de pertenencia!

El Canela es el personaje más conocido y reconocido en Concepción y otros lugares a lo largo de Chile, gracias a sus méritos como cultor de la poesía popular y la paya, que es el arte de la improvisación sobre la rítmica base de la décima o espinela.

A pesar de su humilde procedencia, de tener que vender en las calles toda suerte de productos, incluida la canela, de donde le viene su célebre apelativo, Nelson Álvarez Riquelme es un prolífico poeta, que ha publicado cerca de una decena de libros en verso, entre ellos las biografías de Pablo Neruda y Gabriela Mistral, y otros ídolos de su nación y de la América toda.

Hijo de un minero del carbón, este hombre se sobrepuso a muchas desventajas y vicisitudes económicas y sociales, y a una parálisis en edad infantil, cuyas secuelas aún arrastra; pero ha logrado pasear a Chile por gran parte del mundo.

–”He tenido el honor, el privilegio, de representar a mi país en distintas ciudades de América Latina, el Caribe y Europa, con mi trabajo, mi obra, mis libros; y la relación que yo he visto entre la gente y los libros cada vez ha sido más distante, por el efecto de la computadora, el televisor… La gente se amiga menos con la lectura”–aseguró, convencido.

Sin embargo, cuando en 2009 El Canela tuvo su primer contacto con la Feria del Libro de La Habana, a la cual Chile fue país especialmente invitado, recibió tan grata impresión, que regresó en 2010, participó en el evento capitalino y en el desarrollado en Las Tunas, y llegó a la conclusión de que en Cuba tenía lugar un hecho único.

–”Yo he visto a los cubanos, en general, y a mis amigos de Cuba, en particular, tener una relación amistosa con el libro, como un amigo de siempre, como un amigo del alma” –aseveró el payador, y argumentó–: “En algunos países el libro suele ser un fetiche de ciertos intelectuales que lo usan para darse ínfulas, para darse estatus. Acá el libro (me he dado cuenta, con mis propios ojos) constituye un artículo de primera necesidad, como lo es el arroz o la carne; y no es por un capricho, sino porque es un país culto, con identidad, y la gente está más cerca de los autores”.

Seguidamente, admitió El Canela: “Lo que más me asombra es que las personas hacen largas colas para adquirir algunos títulos, y los precios están al alcance de los ciudadanos. Cuando en el mundo hay una caótica situación en ese sentido, aquí hay una voluntad política para hacer del libro un amigo del niño, del hombre trabajador, del jubilado, de la mujer urbana o rural, de todos los que sienten amor por la ilustración, por la lectura, por los libros y sus autores”.

A tal punto llega el reconocimiento de El Canela por el placer y la necesidad de leer que sienten los cubanos, que hasta formula una propuesta:
–”Esto del amor por el libro y la lectura es un fenómeno que yo quiero tanto…, y pienso que Cuba debería de exportarlo, universalizarlo. Espero que las próximas generaciones no pierdan ese buen hábito, y les resulte tan importante como lavarse los dientes o alimentarse”.

Para el popular payador chileno, en Cuba se garantiza el vínculo del autor con sus lectores, y esa relación, en su criterio, es determinante.

–”Un creador hace un libro, una novela, un cuento, e interactúa con el lector, le firma un ejemplar, y para esa persona es como un trofeo o una medalla; pero el autor también goza, porque junto a los elogios a veces vienen algunas pequeñas críticas u observaciones, y uno se nutre del lector, aprende de él, pues se debe a su público”.

Es una convicción muy arraigada en El Canela: el aplauso o la crítica de sus seguidores constituye el máximo premio al cual puede aspirar un creador.

– “¡Eso es impagable!”

Ojalá que los aires de la vigésima cuarta Feria Internacional del Libro de La Habana (del 12 al 22 de febrero en la capital y hasta abril en provincias) nos echen nuevamente por acá a Nelson Álvarez Riquelme, El Canela, ese amigo del alma, ese amigo de siempre.

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