Las Tunas.- Estábamos en la
Casa de la Prensa de esta ciudad
celebrando una sencilla fiesta entre periodistas. Me entretuve en la revisión
de unos papeles, y ella se me acercó, silenciosamente. Cuando levanté la vista,
me dijo:
–¿Tú no me conoces?
Le respondí: “¿Cómo no, tú
eres Paula!”. Y ella, con una aplastante lógica, ripostó:
Así comenzó el diálogo con
Paula Velázquez Cruz, hija de mi colega Yaimara. A continuación quise saber qué
conocía mi amiguita del Héroe Nacional de Cuba, José Martí.
–Mira, Martí es un poeta, un
escritor. Escribió cuentos para los niños; también escribió poesías. Él enseñó
a los niños todas las cosas que los niños se han aprendido en el país de Cuba.
–¿Cuántos años tú tienes?
–¡Cuatro!
–¿En qué círculo
tú estás?
–En quinto año de vida.
–¿Cómo se llama tu círculo?
(Y Paula no esperó más señal que esa pregunta para empezar a cantar):
–Zapaticos de rosa se llama/
nuestro lindo, lindo círculo infantil./ El sol ilumina la frente;/ nos educa,
nos hace feliz./ ¿Quién lo dijo?: ¡José Martiiiiií!
–¿Y tú sabes de colores y de
números? (Enseguida comprendí que había abierto otra puerta por donde ella
quería pasar).
–Rojo, amarillo, verde,
anaranjado, rosado, azul, azul claro, verde claro, gris claro…
–¿Contar sabes? (Me miró
desafiante y alegre a la vez).
–Uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once.
–¿Y sabes algún poema, alguna
poesía?
–Sí. “Dos goticas de agua
cayeron sobre mis pies:/ las montañas están llorando porque mataron al Che./ El Che
murió en Bolivia, en julio… –¡Ay, se me olvidó!– con una estrella en la frente,/
alumbrando el continente de la América Latina”.
Quizás Paula jamás sepa que,
por contraste, me hizo recordar a mis cinco hermanas, sobre todo a las cuatro
mayores. Nacidas bajo el capitalismo, todas ellas asistieron a la escuela por
primera vez al triunfar la Revolución,
en 1959, con 10 años, la menor, y en plena adolescencia las demás.
Mi tierna y dulce amiguita también
me trajo al presente; porque, ¿cuántos millones de niñas, adolescentes y
jóvenes viven en todo el mundo en similar pobreza y marginalidad, y aún en
condiciones mil veces más atroces?
¡Ay, Paula!; ¿cómo no voy a
conocerte?, ¿cómo no voy a saludarte?, ¿cómo no voy a estar dispuesto a morir,
si es preciso, por ti y por lo que ahora es mi país?
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