domingo, 17 de mayo de 2015

¿El porqué de una Revolución Agraria en Cuba?



Este 17 de Mayo se cumplen 56 años de la proclamación de la Primera Ley de Reforma Agraria en Cuba, firmada por Fidel Castro Ruz en la Sierra Maestra, una de las medidas más importantes adoptadas por la naciente revolución y que la enfrentó, directamente, al gobierno de Estados Unidos, el cual hasta entonces se consideraba dueño y señor de los destinos de la Isla.
En homenaje a ese trascendental acontecimiento, que determinó la elección de esta fecha como Día del Campesino Cubano, vengo a compartir con usted algunas reflexiones.
Por haber sido un país colonizado y neocolonizado durante cuatro siglos y medio, Cuba sufrió una enorme deformación de su estructura económica, a tal punto que al triunfar la revolución popular, en 1959, encontró obstáculos sin cuya superación habría sido imposible encauzar la lucha contra el ancestral subdesarrollo.
Hoy los campesinos cubanos emplean diversos adelantos científico-técnicos.
Entre las principales causas de dicha situación habría que mencionar el mantenimiento de una caduca estructura agraria, la ausencia de progreso industrial y la cronicidad del desempleo.
Al ser la tierra el fundamental recurso productivo, el sector agropecuario sobresalía por su importancia, sin embargo, y aunque los suelos aptos para obtener buenas cosechas constituían el 70 por ciento de la superficie total del país, apenas se cultivaba la quinta parte del área aprovechable.
Y es que, por predominar el latifundio, la inmensa mayoría de la tierra útil no era propiedad de quienes la cultivaban, es decir arrendatarios y subarrendatarios, aparceros, precaristas y otros trabajadores, sujetos en su totalidad a relaciones feudales y sumidos en bochornosa miseria, mientras 114 grandes terratenientes norteamericanos y cubanos poseían el 20 por ciento de las zonas agrícolas más fértiles.

El hecho de que después de la Segunda Guerra Mundial más del 80 por ciento del comercio exterior se basara en el azúcar, demuestra el carácter monoproductor y monoexportador de la economía cubana, caracterizada por una vergonzosa dependencia de los Estados Unidos de América, país hacia donde fluía el 60 por ciento de los productos exportados por la Isla y del cual provenían las tres cuartas partes de las importaciones.
Cuba se convirtió en un suministrador de azúcar a bajos precios, una reserva para el abastecimiento seguro en caso de guerra y un valioso mercado para los excedentes financieros y la producción agrícola e industrial del poderoso vecino del Norte.
Solo en 12 años (1946-1958), las inversiones yanquis en Cuba aumentaron en 433 millones de dólares (cifra muy alta entonces), lo cual provocó que en esa etapa la nación antillana perdiera unos 200 millones de dólares, escapados hacia territorio norteamericano.
Pese a la bancarrota de la economía, durante la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958) se llegó al absurdo de que Cuba otorgara préstamos a la poderosa transnacional estadounidense Standard Oil Company.
Lógicamente, esa caótica situación generaba las pésimas condiciones en que vivían los más de 241 mil trabajadores agrícolas y sus familias, víctimas, también, de los sistemáticos abusos perpetrados por los latifundistas nacionales y extranjeros al amparo de la Guardia Rural y demás cuerpos represivos.
Con excepción de las pocas fábricas exportadoras, las industrias sucumbían al atraso tecnológico, la baja productividad y una feroz y desleal competencia.
Otra peculiaridad de las industrias de entonces era su anárquica distribución territorial: la provincia de La Habana, con un cuarto de los habitantes del país, generaba el 75 por ciento de la producción fabril no azucarera, en cambio Oriente, donde vivía uno de cada tres cubanos y que disponía de considerables riquezas materiales, solo aportaba el 13 por ciento de los artículos industriales.
Alrededor del 30 por ciento de los dos millones 204 mil personas que constituían la fuerza de trabajo disponible permanecían desempleadas la mayor parte del año.
Tales hechos determinaron que al asumir el destino de la nación, el Gobierno Revolucionario iniciara las transformaciones más perentorias, a partir del control de los medios fundamentales de producción y acorde con los tres grandes objetivos incluidos en La historia me absolverá o Programa del Moncada, expuesto por Fidel Castro cuando en 1953 se le juzgaba por comandar la lucha armada contra la tiranía.
Esos cardinales objetivos eran: solucionar definitivamente el problema de la tierra mediante la reforma agraria, pues devenía el principal obstáculo para salir del estancamiento; elevar los niveles de actividad económica del país, al desarrollar sus fuerzas productivas por la vía más eficiente posible y a expensas de un proceso de industrialización acelerado; e incrementar el empleo hasta conseguir aceptables ingresos para todos los trabajadores y sus familias.
En lo fundamental, la Revolución cumplió los mencionados objetivos en apenas dos años (1959-1960), fase democrático-popular, agraria y antiimperialista, caracterizada por la puesta en práctica de diversas medidas a favor de las clases más humildes, que de hecho constituían la base social del nuevo poder.
Consecuente con su invariable línea de principios, el Gobierno Revolucionario adoptó entre las medidas iniciales para el cambio la promulgación de la Primera Ley de Reforma Agraria, firmada por el máximo líder cubano  en el principal escenario de la insurrección que hacía apenas tres meses y medios había derrotado a la dictadura proimperialista.
Revolución Agraria es el término que debería de emplearse en lugar del de Reforma…, pues aquel proceso destruyó básicamente la gran propiedad latifundista e hizo a todos los pequeños productores dueños efectivos del suelo que cultivaban. No solo significó el justo reparto de las tierras, sino un radical cambio de las relaciones de propiedad en beneficio del campesinado y los trabajadores en general.
Creciente presencia de jóvenes en el sector agropecuario
Acuciosos investigadores reiteran que esa Lay fue la medida más importante y radical de aquella primera etapa y la que enfrentó de manera directa a la Revolución con el imperialismo, apoyado por la contrarrevolución interna. Al mismo tiempo propició el nacimiento de un sector que en lo sucesivo devendría pilar de la economía socialista, además de encauzar el rescate de la soberanía nacional.
Conforme con la Ley Agraria adoptada hace ahora 50 años, el gobierno redistribuyó el 67 por ciento de la tierra cultivable en beneficio de las masas populares: más de 230 mil colonos, ganaderos, caficultores, arroceros, fruticultores y obreros agrícolas obtuvieron la propiedad de las fincas abonadas con el sudor y en ocasiones con la sangre de varias generaciones.
Aplicada la nueva legislación, el 85 por ciento de los agricultores dejaron de pagar rentas, que en conjunto cada año equivalían a casi 10 millones de pesos. Al mismo tiempo, los campesinos se vieron liberados de la explotación de intermediarios y usureros.
Según cálculos, a partir del sistema de tiendas del pueblo organizado por el Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), surgido al calor de la mencionada Ley, el poder adquisitivo del campesinado se incrementó en más del 60 por ciento.
Impulsada por las medidas puestas en vigor, se produjo una redistribución global de los ingresos, equivalente a unos 300 millones de pesos por año, que mejoró el nivel y la calidad de vida de todos los campesinos.
Como resultado de la Revolución Agraria se crearon 208 mil puestos de trabajo, con lo cual comenzó a desaparecer el desempleo, que hasta entonces había sido un verdadero flagelo para los residentes en las zonas rurales.
Paralelamente al proceso de cambio de las formas de tenencia y explotación de la tierra se efectuó una dinámica labor encaminada a garantizar la estructura económica y social capaz de hacer viable el desarrollo.

A ese fin se construyeron kilómetros y kilómetros de carreteras y caminos, que unieron lugares otrora inaccesibles, y fueron edificados numerosos centros asistenciales de salud, cientos de escuelas y miles de viviendas. También se dotó a los productores de créditos, implementos e insumos, y se les capacitó con el propósito de superar, mediante el empleo de la ciencia y la técnica, el secular atraso de la agricultura.
Incluso, millares de niños y jóvenes de los más recónditos sitios obtuvieron becas gratuitas y la oportunidad de superarse integralmente para contribuir a su propio bienestar, al progreso del sector agrario y al de toda la nación.

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