domingo, 15 de marzo de 2015

Cuba, un eterno Baraguá



“Tengo ante mis ojos la Protesta de Baraguá,
que es sin dudas, de lo más glorioso de nuestra historia”.
                                                    José Martí

                                   “…y si después de un Zanjón hubo una vez Baraguá,
                                   digo: el futuro de nuestra Patria será un eterno Baraguá”.
                                                                                  Fidel Castro Ruz

Al conmemorar hoy el aniversario 137 de la Protesta de Baraguá, creo que ningún artículo podría superar la valoración hecha por el máximo líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en el discurso conmemorativo del centenario de ese grandioso acontecimiento. Por eso quiero reproducir algunos fragmentos de esa brillante reflexión histórica.
¿Por qué tiene tan extraordinaria significación en la historia de nuestro país la Protesta de Baraguá? ¿Y qué fue la Protesta de Baraguá? ¿Qué es y qué será siempre la Protesta de Baraguá?
Fidel: "...el futuro de nuestra Patria será un eterno Baraguá".
Los cubanos habían luchado heroicamente durante casi 10 años. Bien puede decirse que en ninguna parte de este continente un pueblo luchó tan heroicamente y durante tantos años, en condiciones tan difíciles, por su independencia.
En qué condiciones tan distintas luchó nuestro pueblo en 1868! Una isla, sin ninguna ayuda exterior, sin ningún suministro. Si acaso, se puede hablar de escasos desembarcos de armas, enviados con grandes sacrificios y dificultades por los ciudadanos emigrantes que se encontraban en el extranjero. Y no era un conjunto de países los que luchaban contra España, sino un solo país, una pequeña isla, de una población que no alcanzaba el millón y medio de habitantes. Y ese pueblo se enfrentó a una de las más grandes potencias militares de aquella época, sin suministros de nadie, sin ayuda de nadie, y sostuvieron aquella guerra durante 10 años.
Si cuando empezó la lucha en 1868 había 13 000 soldados españoles en nuestro país y los cubanos combatientes nunca llegaron a rebasar la cifra de unos 8 000, al final de la contienda había apenas 4 000 cubanos contra 100 000 soldados españoles.

Muchas pueden ser consideradas las causas de que en aquellas circunstancias nuestro pueblo no hubiese podido conquistar la independencia. Tal vez pueda ser más fácil ahora juzgar los hechos; tal vez pueda ser más fácil hacer el papel de críticos. A la distancia, se puede apreciar que, por ejemplo, cuando los cubanos se levantaron en armas, no poseían absolutamente ninguna experiencia militar, ni política. La organización que dieron al ejército y a la República en Armas era compleja. Tal vez no era la que más se adaptaba a aquellas circunstancias. En medio de la guerra desarrollaron una Asamblea Constituyente, algo verdaderamente extraordinario y noble. De aquella Asamblea surgió una forma de república, un gobierno, una cámara de representantes. Y tal vez aquella forma de organización no era la más adecuada para organizar y dirigir la guerra. Pero en aquellos tiempos eran los conocimientos que ellos poseían, las ideas prevalecientes, y cada uno de aquellos hombres imaginaba estar cumpliendo con su deber revolucionario y patriótico de la forma más cabal.
El sentimiento nacional no estaba realmente forjado. Y fue precisamente aquella Guerra de los Diez Años la que contribuyó a consolidar definitivamente un espíritu nacional. Entonces existían todavía muchos localismos. Era difícil movilizar fuerzas de una provincia a otra, de una jurisdicción a otra. Los jefes de los distintos cuerpos armados de cada región muchas veces eran algo así como paladines o caudillos de aquellos combatientes. Y los patriotas se enfrentaron con aquellas realidades, con un fuerte regionalismo, un fuerte localismo, que dificultaban la marcha de las operaciones militares.
José Martí exaltó a Maceo y a la Protesta de Baraguá 






Aquellas circunstancias fueron creando una situación militar verdaderamente crítica. El enemigo esta vez, con más comprensión del carácter, la pujanza, la firmeza y el heroísmo de los cubanos, no acudía solo a la fuerza; venía realizando una política distinta. Junto al esfuerzo militar, aplicaba medidas totalmente diferentes a las que habían aplicado durante casi toda la guerra los jefes militares españoles.
Ya nuestro Ejército Mambí no tenía aquella disciplina de hierro, aquel respeto ejemplar a los mandos, a los principios revolucionarios adoptados por ellos, al Gobierno Revolucionario constituido. Esos factores debilitaron extraordinariamente nuestras fuerzas en los momentos más críticos, y facilitaron los planes enemigos.
Las circunstancias eran sumamente críticas, sumamente difíciles. El hecho cierto es que el 21 de diciembre de 1877 el mando español determinó el cese de las operaciones militares en la región de Camagüey y posteriormente prolongó ese período de cese de operaciones militares, hasta que se produjo el acuerdo o Pacto del Zanjón. El país estaba realmente ya sin autoridad, y a última hora aquella cámara renunció, y se constituyó un comité que en los primeros días de febrero discutió y acordó la paz sin independencia; acuerdo que de un modo más o menos oficial, puesto que no se suscribió ningún documento, tuvo lugar el 10 de febrero de 1878.
Maceo, hombre de origen muy humilde y además negro —en una época en que los prejuicios raciales eran muy fuertes en nuestro país—, por sus virtudes, por su ejemplar conducta, por sus méritos, por su valor, por su capacidad, en esas difíciles condiciones de su origen y en las circunstancias de nuestra sociedad en aquella época, comenzó a destacarse, comenzó a brillar. Pero uno de los méritos más extraordinarios de Maceo es que jamás se dejó arrastrar por el envanecimiento, ni por la ambición, ni por los prejuicios. Luchó contra todos los obstáculos imaginables, y se caracterizó siempre por ser un soldado absolutamente leal, disciplinado, respetuoso de las leyes, de los principios revolucionarios, de los mandos superiores y de las autoridades revolucionarias legítimamente constituidas.
Jamás en esos 10 años pudo decirse que Maceo incurrió en el menor acto de insubordinación, no obstante su franqueza, su sinceridad, su valentía para plantear sus criterios y sus puntos de vista, para criticar lo que estuviera mal hecho, para apoyar lo justo. Y mucho menos participó Maceo, sino que por el contrario condenó enérgicamente, con duros calificativos, aquellos actos sediciosos que algunos jefes militares cometieron y que tan caros habrían de costar a la Revolución, como fueron los hechos de Lagunas de Varona o la Sedición de Santa Rita a la cual se le invitó a participar, dando lugar a una histórica carta de enérgico rechazo y condenación a los autores de aquellos hechos (APLAUSOS).
Pero ese ejemplo de Maceo, esa conducta intachable en todos los aspectos, se convirtió en una doctrina, en una verdadera escuela para los combatientes orientales. Y en esos principios se formaron los jefes, oficiales y soldados de las tropas que estaban al mando de Antonio Maceo.
De modo que la Revolución, en gran parte de la región de Oriente donde mandaba Maceo, se mantuvo fuerte, se mantuvo íntegra, se mantuvo limpia de discordias, de divisiones, de indisciplinas, de sediciones. Y hay que decir que el papel del hombre, es decir, el papel de Maceo en aquellas circunstancias, fue decisivo.
Y cuando la tormenta que habría de liquidar la Revolución, o habría de liquidar las esperanzas revolucionarias en aquella guerra, se avecinaba, Gómez y Maceo trataban de contrarrestar aquellos hechos, y trataban de idear la forma de dar la respuesta adecuada a la campaña militar y a la política de Martínez Campos. Pero fue precisamente en los instantes en que se hallaban Gómez y Maceo juntos para elaborar estos planes, cuando se produce el combate en el potrero de Mejías de Barajagua, que dio lugar a las gravísimas, casi mortales heridas de Antonio Maceo, el 6 de agosto de 1877.
De modo que Maceo primero tuvo que sobrevivir en condiciones increíbles, con numerosas heridas; tuvo que ser preservado de la captura por sus compañeros de armas que, con una pequeña escolta, durante semanas y semanas evadieron y se enfrentaron a los esfuerzos enemigos por tratar de capturar al general Antonio. Pero aquel período de gravedad y convalecencia duró varios meses, los meses que fueron precisamente críticos, cuando se iban gestando las circunstancias que dieron lugar al Pacto del Zanjón.
Ahora, lo doloroso, lo que sorprendió y dolió profundamente a Maceo y sus fuerzas, fue la noticia de que, en los instantes en que ellos terminaban el combate del Camino de San Ulpiano, se acababa de firmar en Camagüey el Pacto del Zanjón. Y Maceo, indignado, amargado, se preguntaba qué dirían sus hombres, qué dirían sus compañeros, qué dirían los heridos, cómo se podía justificar ante sus muertos, los que había tenido en aquellos combates, si en esos precisos instantes se estaba firmando la paz sin la independencia.
Fidel Castro: "...las banderas de la Patria fueron colacadas en su sitial más alto".

 










Y aquella paz sin independencia realmente se había hecho sin consultar a todas las fuerzas, puesto que las fuerzas de Maceo, una de las más importantes de la Revolución, no habían sido consultadas.
Fueron esos factores los que determinaron una conducta, una actitud y un gesto que señalan una de las más extraordinarias proezas patrióticas de nuestras guerras de independencia, de nuestros combatientes revolucionarios, que fue la Protesta de Baraguá (APLAUSOS).
Maceo adoptó las disposiciones pertinentes, reunió a sus jefes, los consultó y decidió, de manera formal, expresar su desacuerdo con el Pacto del Zanjón.
Algunos se preguntarán: bueno, si Maceo quería continuar la guerra ¿para qué tenía que reunirse con Martínez Campos y decirle que estaba en desacuerdo con la paz? Había una razón muy importante: de la misma forma que en el Zanjón se había oficializado en nombre del pueblo en armas el cese de la guerra, Maceo quería incuestionablemente ante el mismo jefe y ante las mismas autoridades españolas expresar oficialmente su desacuerdo con el Pacto del Zanjón (APLAUSOS).
De modo que Maceo hace dos cosas: trata de ganar tiempo; pero sobre todo, lo más importante, se propone de manera oficial y ante el mismo general en jefe español, ante el mismo con el cual se había pactado el Zanjón, expresarle que está en desacuerdo con aquel pacto y que se propone continuar la lucha (APLAUSOS). Porque lo esencial, lo esencial del problema es que Maceo no estuvo de acuerdo, en lo más mínimo, ni un solo segundo con el Pacto del Zanjón; Maceo no estuvo de acuerdo, ni vaciló un solo segundo, en rechazar la paz sin independencia; su propósito era rechazar el Zanjón y continuar la guerra. Para eso convocó al jefe enemigo.
Y eso se ve muy claro, cuando se leen los relatos históricos de la gloriosa Protesta de Baraguá. Maceo se reunió con Martínez Campos —como él le había dicho en su carta— no para acordar nada, porque ahí no se acordó nada. Si algo se acordó en Baraguá fue que ocho días después se rompían otra vez las hostilidades y continuaba la guerra (APLAUSOS).
Comienza diciéndole que está en desacuerdo con lo pactado en el Zanjón, continúa expresándole personalmente, o a través de sus compañeros de más confianza que ellos lo que quieren es la independencia. Al extremo que Martínez Campos dice que si hubiera sabido que querían una reunión para pedir una cosa imposible, no se habría reunido.
Pero hay, en medio de esto, algo que tiene un gran valor, porque uno de los ayudantes de Maceo entonces le explica a Martínez Campos. Dice en esencia: "Bien, usted dice que no pueden dar la independencia. ¿Podrían dar la libertad a los esclavos?"
Es decir que lo que plantean los cubanos en la Protesta de Baraguá, primero: quieren oficializar su desacuerdo y romper el Pacto. Ese fue el objetivo político número uno. Dos: decirle que rompían el Pacto, porque no aceptaban la paz sin independencia. Pero tientan al español, y le plantean: "Ya que dicen ustedes que no pueden dar la independencia, ¿por qué no se comprometen a dar la libertad de los esclavos?"
Es decir que las dos grandes demandas en la Protesta de Baraguá eran la independencia de Cuba y, en último extremo, si no hay independencia de Cuba que haya libertad para los esclavos (APLAUSOS).
Esa es la esencia de la Protesta de Baraguá. Maceo y los cubanos se proponían proseguir la guerra y, efectivamente, acordaron el rompimiento de las hostilidades para el día 23 de marzo.
Combatieron mientras dispusieron de municiones; y al final no Maceo, sino los miembros del nuevo Gobierno Revolucionario, angustiados por la idea de que en aquella contienda podía perderse la vida de Maceo, por el gran valor y la importancia que esa vida tendría en el futuro para la prosecución de la lucha, de una forma —digamos— más bien astuta, para salvar a Maceo, tomaron el acuerdo de asignarle una comisión en el extranjero para reunir recursos y combatientes con el propósito de continuar la guerra, aunque realmente no pudo obtener en el exterior absolutamente nada.
De modo que Maceo sale sin pactar con los españoles, sin pactar la paz, se marcha al exterior en guerra con los españoles. Los españoles, lógicamente, prefirieron que pudiera salir, les parecía más conveniente, aun cuando Maceo no hizo la paz con los españoles, y se reservó el derecho, con toda libertad y con toda lealtad, sin tener que incumplir ningún compromiso, de continuar en el futuro con la guerra libertadora de nuestra patria.
Hay que decir que dejó realmente a nuestro pueblo una herencia gigantesca, infinita, con esa actitud.
Se ha hablado en estos días por nuestra prensa de todos estos hechos. Se dice que Martí dijo que Baraguá era lo más glorioso. No dijo así Martí. Dijo lo que aparece en ese letrero: "La Protesta de Baraguá, que es de lo más glorioso de nuestra historia" (APLAUSOS). No podía decir de manera absoluta que era lo más glorioso, porque habían ocurrido muchos hechos gloriosos. ¿Y quién puede dudar de que el 10 de octubre de 1868 fue un hecho extraordinariamente glorioso? (APLAUSOS) Y no se trata de comparar unas glorias con otras, unas fechas con otras. Sin 10 de octubre no habría habido 15 de marzo, sin Yara no habría existido Baraguá; ¡pero sin Baraguá, Yara no habría sido Yara! (APLAUSOS)
Lo que sí puede afirmarse es que con la Protesta de Baraguá llegó a su punto más alto, llegó a su clímax, llegó a su cumbre, el espíritu patriótico y revolucionario de nuestro pueblo; y que las banderas de la patria y de la revolución, de la verdadera revolución, con independencia y con justicia social, fueron colocadas en su sitial más alto.
                                              
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